Una tarde en Toscana

viernes, 17 de abril de 2015

 


















A veces pienso que mi musa es la tertulia,



Es más intenso el momento duro, el aprieto, que el momento dulce, que el momento grato.

He soñado hace mucho tiempo con una esquina de cualquier ciudad, mientras más lejana mejor, un pequeño restaurant, una mesa, dos sillas, pero solo una ocupada, la otra vacía, una sombrilla con estilo vanguardista es que estoy al aire libre, una laptop, una pequeña laptop, un refresco, gente que pasa por mi frente pero ni me miran, quizás uno, quizás dos.

También hay una calle, una calle que es angosta, noto que no es igual que a las calles que conozco, son ladrillos, de colores berenjena, no, más bien un rojo tenue, Inclinadas y antiguas.

Unas lámparas a lo largo de la calle, un banco de metal, una fuente al centro, con un ángel desnudo que sonríe, lo miro fijo y me sonrío, como diciéndole: También estoy feliz.

 Más al lado un artista desafinado pero contento, tocando unas cuerdas viejas, con los ojos llorosos, parece emocionado, también muy mal vestido, se ve libre y a las vez preso, libre; porque está destilando melodías, preso; porque a leguas se le ve que tiene una larga historia…

La gente lo saluda, le echa unas monedas.

Frente a mí, justamente al frente una bicicleta, recostada de un edificio con aires de castillo, con una puertucha vieja, pero con un jardín que brilla.

He soñado con ese momento, un momento sencillo a la vista pero caudaloso, esplendido, importante, porque ahí donde me ven, hay donde parezco estar en calma, estoy dejando fluir por mis dedos la corriente de mis venas, estoy dejando salir la tensión de mis arterias.

No mal interpreten mis amigos, no tengo una hemorragia,  se trata de la escritura, se trata de hacer arte.

Mi sueño no es más y nada menos, que el lugar que me dará la calma, que me regalara un paisaje distinto, un aire distinto, a su vez, me dará la inspiración más honda, me regalara lo que necesito para variar.

No más escribirle a alguien que ya se fue, ni a algo que ya no está, no más escribir a algo que quiero que se vaya, ni mucho menos que debo dejar ir, ya no más escribirle a mis desdichadas horas, ni a lo complicado de mis pensamientos, no más escribirle a quien pelea por verme caer, ni mucho menos a mis estúpidas utopías.


Variar es mi deseo, por eso ya comprendo porque escribo de lo mismo, es porque mi ambiente sigue siendo el mismo.

El mesero se aproxima con mi orden, un sándwich de queso y más refresco.


Gracias Joven.






0 comentarios: