A veces pienso que mi musa es la tertulia,
Es más intenso el momento duro, el aprieto, que el momento
dulce, que el momento grato.
He soñado hace mucho tiempo con una esquina de cualquier
ciudad, mientras más lejana mejor, un pequeño restaurant, una mesa, dos sillas,
pero solo una ocupada, la otra vacía, una sombrilla con estilo vanguardista es
que estoy al aire libre, una laptop, una pequeña laptop, un refresco, gente que
pasa por mi frente pero ni me miran, quizás uno, quizás dos.
También hay una calle, una calle que es angosta, noto que no
es igual que a las calles que conozco, son ladrillos, de colores berenjena, no,
más bien un rojo tenue, Inclinadas y antiguas.
Unas lámparas a lo largo de la calle, un banco de metal, una
fuente al centro, con un ángel desnudo que sonríe, lo miro fijo y me sonrío,
como diciéndole: También estoy feliz.
Más al lado un
artista desafinado pero contento, tocando unas cuerdas viejas, con los ojos
llorosos, parece emocionado, también muy mal vestido, se ve libre y a las vez
preso, libre; porque está destilando melodías, preso; porque a leguas se le ve
que tiene una larga historia…
La gente lo saluda, le echa unas monedas.
Frente a mí, justamente al frente una bicicleta, recostada
de un edificio con aires de castillo, con una puertucha vieja, pero con un
jardín que brilla.
He soñado con ese momento, un momento sencillo a la vista
pero caudaloso, esplendido, importante, porque ahí donde me ven, hay donde
parezco estar en calma, estoy dejando fluir por mis dedos la corriente de mis
venas, estoy dejando salir la tensión de mis arterias.
No mal interpreten mis amigos, no tengo una hemorragia, se trata de la escritura, se trata de hacer
arte.
Mi sueño no es más y nada menos, que el lugar que me dará la
calma, que me regalara un paisaje distinto, un aire distinto, a su vez, me dará
la inspiración más honda, me regalara lo que necesito para variar.
No más escribirle a alguien que ya se fue, ni a algo que ya
no está, no más escribir a algo que quiero que se vaya, ni mucho menos que debo
dejar ir, ya no más escribirle a mis desdichadas horas, ni a lo complicado de
mis pensamientos, no más escribirle a quien pelea por verme caer, ni mucho
menos a mis estúpidas utopías.
Variar es mi deseo, por eso ya comprendo porque escribo de
lo mismo, es porque mi ambiente sigue siendo el mismo.
El mesero se aproxima con mi orden, un sándwich de queso y
más refresco.
Gracias Joven.
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